jueves, 8 de abril de 2010

Reseña: Alicia en el País de las Maravillas (Lewis Carroll, 1865)


Alicia, la subversiva
Una rebelde en el País de las Maravillas



Los caminos para acercarse a esta novela son infinitos. Al sentarme a escribir la reseña, me planteé qué podía contar que no se hubiera contado ya y muy pronto descubrí que absolutamente nada. Que yo pretenda hacer un análisis literario y simbólico completo de la obra solo puede provocar risa, cuando otros infinitamente más preparados que yo han escritos cientos de resivisiones de este clásico (la que se puede considerar la definitiva es la maginífica Alicia anotada, de Martin Gardner).

El análisis estrictamente literario queda descartado, pero es que tampoco queda mucho que decir de su extensísima simbología (qa la que se unen las matemáticas y el ajedrez en la segunda parte, A través del espejo), que incluso traspasa lo estrictamente literario para adentrarse en los orígenes de la novela a través de las teorías sobre la niña que sirvió de inspiración a Carroll para crear su fantastico mundo, Alice Lidell (y que dió lugar, por ejemplo, a la película de 1985, Dreamchild).

El margen de actuación que me quedana llegado a este punto era como poco pequeño. Por eso, tras mucho pensarlo (y siendo consciente de que esto también ha sido ampliamente estudiado), he terminado pro decidirme a centrarme en el aspecto que a mí me pareció el más atractivo: el subtexto de crítica social disfrazado de cuento. La verdad, es lo que más me ha interesado y lo que más carcajadas me ha sacado mientras lo leia; ese mundo de absurdos que construye el autor, travestido de mundo inventado y visto a través de los ojos de una perpleja y maravillosamente crítica Alicia.

El País de las Maravillas se mueve en un margen total de absurdos que se enfrenta con todas las leyes físicas y de la razón: las niñas crecen y disminuyen comiendo pedazos de seta, los bebés se convierten en cerditos, y el tiempo se puede enfadar contigo por haber querido "matarlo". Y, aún así, dentro de este universo disparatado hay modelos que son claramente reconocibles: la irracional reina insólitamente autoritaria que reina a sus anchas en el País de las Maravillas parece un símil tremenendamente interesante si nos acprdamos de quien reinaba en la Inglaterra que quedaba fuera de la madriguera del conejo.

De todos modos, por mucho que a mí me haya resultado una lectura que raya lo obvio, hay bastantes voces que la niegan las referencias al mundo en el que vivían tanto Lewis Carroll como Alice Lidell. Investigando este punto me he encontrado con que algunas fuentes describen al matemático Lewis Carroll como un tipo de lo más conservador; alejándose de la subersiva Alicia.

La verdad es que me sorprendió leerlo, porque para mí este subtexto sigue apareciendo claro como el cristal que atravesará Alicia en la segunda parte ante mis ojos, sobre todo hacía el final del libro y cristalizado en la ya mencionada figura de la reina y alcanzando el clímax en el disparatado juicio (por cierto, no está de más añadir que ya otros coetáneos y compatriotas de Carroll ya han criticado algunos de los absurdos del sistema judicial de la época. A bote pronto se me ocurre Charles Dickens, que lo menciona con gran sentido del humor en La pequeña Dorrit; o Wilkie Collins, que en muchas de sus obras hace girar la trama en un error legal).

No em atrevo a decir que es el tema principal del libro, ni que sea la única lectura que se puede extraer: pero a mí es la que más atractiva me ha parecido. Y sigo dispuesta a defender mi punto de vista. Ek modo más eficaz de ridiculizar algo, en este caso todo un sistema, es reducirlo al absurdo. El rey, la reina, el juicio, los soldados... para mí ha sido fácil asimilarlos a un régimen muy concreto. Carroll los sube a los altares del absurdo más maravilloso ante los ojos de una niña que es testigo de ambas realidades: la de la Inglaterra real y la del País de las Maravillas inventado. Además el autor nos receuerda este punto con referencias cruzadas entre fantasía y realidad. Una de las más hilarantes es cuando, en el juicio que se celebra en el País de las Maravillas, uno de los ujieres 'reprime' los gritos de un Conejillo de Indias metiéndolo en una bolsa de lona y sentándose encima; a lo que Alicia sentencia, satisfecha: "Cuanto me alegro de ver como lo hacen. Siempre estoy leyendo en los periódicos que al finalizar un juicio 'el público porrompió en aplausos que fueron inmediamente reprimidos por los ujieres de la sala' y nunca comprendí lo que significaba".

Es verdad que el absurdo acompaña al lector durante toda la obra, pero es en el juicio en el que alcanza cotas de deliciosa locura: la declaración del Sombrerero, bajo la amenaza de que se le cortaría la cabeza si se podía nervioso; el jurado anotando sus nombres antes del juicio, por si lo olvidaban durante el proceso; la propia Alicia creciendo en su asiento... y terminando con el mismo objeto del juicio: que a la reina le han robado unas tartas.

Y aún disfrazado de broma continua hay varias referencias que se pueden leer (y que yo leo) como referencias muy directas: el rey es el juez, y él mismo exige el veredicto antes de que se celebre el juicio (idea que, poco después, repetirá la reina); atentando ambas contra la base de cuaqluier sistema judicial justo. Incluso la propia Alicia ignorará los procedimientos lógicos de un juicio cuando empieza su intervención con una divertida frase con doble sentido, sobre todo en inglés: "I beg you pardon" (Les pido perdón / Les pido el perdón); como una disculpa o como una súplica al jurado.

Otro de los puntales en los que me baso para sostener mi tesis es en la propia Alicia, que lejos de ser una espectadora sumisa que trata de adaptarse al mundo que le rodea; nos encontramos con una niña que no duda en expresar lo estúpido y absurdo que le parece todo lo que le rodea; convirtiéndose así en cómplice del lector.

El absurdo que se construye a lo largo de la novela hace que el lector se ría de unos tontos engranajes; se de cuenta o no de que esos engranajes no se diferencian demasiado con los que viven en sus vidas, En mi opinión, se reirán mucho más si ve las igualdades.

Una vez más me refugio en mi condición de profana, casi como una disculpa, para decir que esta es mi lectura de la novela: una de tantas y no la más original, me temo. Pero mía. Me gusta ver a Alicia como una pequela subersiva perdida, conmigo, en el País de las Maravillas.

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