En cuanto la llave entró en el contacto el sonido de la música la envolvió. Aquella voz se mezcló con el ruido del motor y la chica de los ojos marrones fue la protagonista durante el trayecto hasta la estación, incluso cuando dejó de sonar.
“Hiding behind a rainbow's wall,
Slipping and sliding
All along the water fall, with you
My brown eyed girl,
You my brown eyed girl.”
Van Morrison nunca había ocupado un lugar entre sus cantantes favoritos pero aquella casualidad le arrancó una sonrisa. El recuerdo de una amistad de la infancia, aquel ritmo desenfadado y aquellas notas le cantaban que aquellos ojos marrones podrían ser los suyos. Sonrió y suspiró al ver aparecer el edificio.
Allí estaba, en medio del andén, esperando a que su invitado hiciera su aparición.
Sólo él bajó en aquella estación perdida en medio de ninguna parte. Desentonando con todo lo que le rodeaba, lastimando la vista con aquella chaqueta de lino blanco, unas gafas de sol de aspecto carísimo y una maleta negra con ruedas que pedía a gritos ser arrastrada por alguien más acostumbrado a hacerlo.
La sonrisa de Mercedes se ocultó bajo la sombra que arrojaba sobre su cara el ala de un sombrero de paja que, sin duda, había conocido tiempos mejores.
_ ¡Sólo una maleta! ¿Han cabido ahí todos tus zapatos?
_ Bonita manera de recibir a un viejo amigo _ se quitó las gafas para abrazarla con comodidad y contempló la estación desierta _ No es una parada muy solicitada ¿seguro que detrás de esa puerta no se ha extinguido la civilización?
_ ¿Asustado?_ se giró para abandonar la estación_ Menudo cazador de leyendas estás hecho.
El sonido de las ruedas sobre el tosco suelo le confirmó que su invitado le seguía sin necesidad de volverse a mirar. Aquello resultaría divertido. Blas aportaría un soplo de cambio en su monotonía, aire fresco en el aburrimiento perpetuo que sufrían sus días.
Hacía dos años que sus caminos habían vuelto a unirse. Ella, oculta entre la gente que esperaba con paciencia, él inclinado sobre los ejemplares que dedicaba con una sonrisa perfectamente personalizada para cada lector.
Todo un mundo de distancia entre la infancia de mañanas escolares que habían compartido y aquel momento adulto lleno de triunfos y de carteles enormes que anunciaban con vanidad editorial su última portada.
Mercedes tenía que reconocer que se había sorprendido al ver al pequeño Blas convertido en todo un escritor de éxito, aunque el aire snob que había adoptado no le pegara demasiado al Blas que ella recordaba, pero después de todo, la gente cambia su aspecto exterior para adaptarse a los cambios de su vida y ella no era la persona indicada para prejuzgar aquellos cambios drásticos.
Aquella noche se pusieron al corriente de lo más destacado (y lo menos íntimo) de lo que había sido la vida de cada uno. Anécdotas recordadas, risas compartidas y una despedida con la firme intención de no volver a perder el contacto. Promesa incumplida, por supuesto, porque sus vidas volvieron a tomar sus caminos, tan distintos como siempre… hasta 15 antes.
El teléfono de su vivero sonó y la voz de Blas Tenor volvió a meterse en su vida para convertirla en parte activa de la documentación que necesitaba para su próxima novela.
_ ¿Continuas viviendo en ese pueblo pequeño que me contaste? ¿No te habrán contado alguna de esas leyendas oscuras, ya sabes, fantasmas negativos, presencias extrañas, fenómenos inexplicables…? Seguro que sí, esos pueblos son un buen caldo de cultivo para supersticiones de ese calibre.
Mercedes sonreía al volante del todo terreno con aquella conversación telefónica en su mente, contemplando cómo la sorpresa que sintió ante tan peculiar petición ahora adornaba la mirada de su acompañante al ver la carretera sinuosa, estrecha y mal asfaltada por la que circulaban.
_ En tres meses he conseguido: un campanario sumergido que se supone que sigue activo pero cuya campana se ha negado a dejarme a oír su tañido subacuático, una mancha en la pared de una iglesia que me aseguraban que era el mismísimo Jesucristo y que sólo me pareció una mancha en la pared de una iglesia y nada menos que tres pueblos que aseguraban tener su propia chica de la curva _ hizo una pausa para escuchar la risa de Mercedes_ así que imagino que no hace falta que te explique el porqué de mi llamada desesperada.
_ Mi historia es más interesante, pero…
_ ¡¡Alabado sea Dios!!!!_ la interrumpió.
_… pero me temo que pruebas, lo que se dice pruebas, no vas a encontrar. Tendrás que conformarte con las habladurías de los lugareños.
Blas se sacudió la manga de la chaqueta en busca de alguna pelusa inexistente y respiró profundamente para dar un toque teatral a su intervención.
_ Querida, la rumorología siempre ha sido una fuente fantástica para sacar alguna que otra historia jugosa y novelable.
_ ¿Aunque nadie las cuente de primera mano?
_ Precisamente por eso _ sonrió con satisfacción _ Verás, si algo es contado por la prima del hermano del portero que lo supo por una vecina a la que se lo había contado la cuñada de la peluquera de su amiga, la historia llega a tus oídos cargada de aportes “extras” que la harán más literaria y además, estará tan desvirtuada que sería prácticamente imposible incurrir en un delito de plagio.
_ Una lógica aplastante, sí señor. _ y pensó para sí misma que aunque no pareciera tener ni pies ni cabeza, los números arrojados por la venta de su última novela “calma ficticia” parecían demostrar que aquella teoría funcionaba de verdad.
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Relatos escritos por Motherxeruh (Angelical)
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