viernes, 7 de mayo de 2010

Ganador Liga 01: Invierno / Verano, Motherxeruh


¡Y por fin, nuestra ganadora! Después de meses de batallas, Motherxeruh ha conseguido ganar la última batalla con estos dos relatos ganadores, que os dejamos a continnuación. Además de ganadora de la liga, también puede presumir de haber ganado la categoría de invierno y de mejor relato en conjunto.
Os dejamos con la primera ganadora de las Ligas de Travesía Literaria. ¡Felicidades!




Invierno 2009


Calle Pereira. Número 36. Allí estaba una noche más. Con su abrigo empapado bajo una lluvia insistente que, sin embargo, no conseguía mojarlo por dentro para que el agua arrastrara sus miedos, sus dudas y su culpa.
Un año entero le había costado reunir el valor suficiente para dar aquel paso y ahora su decisión se le revelaba insuficiente para hacer el último movimiento, ese que le liberara de una vez por todas con el perdón definitivo.
La calle se llenaba con el ruido característico del avance de los coches sobre el asfalto mojado. Transeúntes abrigados y protegidos por paraguas aceleraban sus pasos al pasar junto al desconocido que, completamente inmóvil, desafiaba los rigores de aquel invierno con la mirada clavada en la luz que despedían las ventanas del tercer piso del número 36 de la calle Pereira.
Había desafiado al relente, ese que te cala sin que te des cuenta, al frío, ese que traspasa la ropa y se aloja en tus huesos, a la lluvia, esa que llora la inutilidad de tus propias lágrimas y todo ¿para qué? Para demostrarse a sí mismo que era un cobarde sin remedio. Que lo que llevaba un año quemándole por dentro amenazaba con permanecer en el estatus de palabras silenciadas.
Un coche pasó demasiado cerca y el agua despedida se sumó a la que ya escurría de su abrigo.
No estaba allí buscando nuevas oportunidades, era consciente de que había perdido todo el derecho a reclamarlas. No merecía una segunda oportunidad y lo sabía. Sólo quería pedirle perdón, aunque aquella palabra no recompusiera todo lo que habían perdido, aunque la recibiera como una palabra vacía, innecesaria, inútil.
Él necesitaba sacarla de adentro y gritarla. Hacerle saber que sentía todo el daño que le había causado, que lo que más le dolía de su equivocación no era la soledad en la que se encontraba sino la certeza de haberla herido.
Ni siquiera se había planteado el que ella aceptara sus disculpas, sólo sentía la necesidad de que aquel “lo siento” tomara forma de palabras sonoras y le dejara conciliar el sueño.
El cielo le dio una tregua y dejó de llover. Las luces del tercer piso del número 36 de la calle Pereira se apagaron. Una oscuridad que se sumaba a la de aquella noche de invierno en la que su cobardía aún escurría junto al agua de su abrigo.
Respiró hondo, cerró los ojos durante un breve instante y buscó el valor en el fondo de su alma mientras su dedo, tembloroso por el miedo en vez de por el frío, se arrepentía antes de pulsar el botón del portero automático correspondiente al tercer piso del número 36 de la calle Pereira.




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Verano 2008


Nunca había creído en los flechazos, al menos, no cuando se encuadraban fuera de la fe absoluta de la adolescencia y él pronto cumpliría los 30.. Pero esa era su forma de pensar hasta que apareció ella.
Después de su sonrisa, de su mirada descarada y de su modo alegre y despreocupado de ver la vida, su mundo dejó de ser lo que era para convertirse en un torbellino de colores que formaba cuadros abstractos ante su vista, en una sinfonía de notas desenfadadas que lo hacían bailar al son que ella marcaba.
En medio de aquel calor propio de Julio, todo lo que no perteneciera al entorno de su sonrisa acabó fundido por el sol para desaparecer de sus prioridades.
Se olvidó de sus obligaciones, de sus responsabilidades y hasta de sus derechos. Sólo le importaba ella y el mundo que le ofrecía. Una sola palabra hacía que deseara bajarle la luna del cielo, una lágrima humedeciendo su pestañeo y anhelaba que parara el mundo para que ella pudiera bajarse y poner distancia con sus penas.
Durante tres meses, vio a través de sus ojos, pensó a través de su mente pero, aunque sólo lo descubriría después, sangró sólo a través de sus propias heridas.
Locura de amor… ¿de amor? Aquello no era amor pero, el día que hizo las maletas y abandonó el tercer piso del número 36 de la calle Pereira, aún no lo sabía.
No comprendió hasta más tarde que había mil veces más amor en las lágrimas que dejaba tras aquella puerta que en todas las promesas de felicidad que se hicieron bajo el calor del sol encandilados por una sonrisa.
Entonces no sabía que ella desaparecería de su vida de la misma manera en que apareció en ella. De repente. Sin aviso.
En cuanto el verano se fue y su calor pasó a ser sólo un recuerdo agradable, recuperó el control de sí mismo, de su vida, comprendió todo lo que había perdido al cerrar aquella puerta del tercer piso del número 36 de la calle Pereira.




6 comentarios:

Sara dijo...

Muchas felicidadessss!!!!!

Ángelicaladas dijo...

jajajjajaja gracias, ha sido un honor recibir este premio a la constancia jajajajjajaja.

Isi G. dijo...

Felicidades nena =D

Ángelicaladas dijo...

No me lo has puesto fácil, que lo sepas XDDDDD

Yandros dijo...

Felicidades, una liga más complicada que la que se juega mañana Madrid y Barsa jajajaja
Abrazos

Ángelicaladas dijo...

jeje de eso nada, la de la pelota está claríiisisma: nos la llevamos los culés XDDDD